Hasta hace no muchos meses, me había negado tan siquiera a ver un partido del béisbol por la tele, de hecho, para ser honesto, me cerraba a tal grado que sólo llegaba a comentar que el béisbol es un deporte aburrido, lento, sin pasión, sin chispa, complicado y nuevamente aburrido.

Fue hasta hace poco que me di cuenta de lo tremendo que puede llegar a ser este deporte, no solo en ambiente, sino en intensidad, en expectación, y sobre todo en sorpresa. La manera tan radical en la que un juego puede cambiar en tan sólo una entrada es digno de aplaudir, y aplaudir de pie... comienzo a entender por qué le llaman el "rey de los deportes", además de esa emoción que se vive durante cada encuentro, la manera en la que afición grita el nombre de cada bateador, el olor que se siente en el aire de convivio, pasión y sobretodo amor al deporte.

En cierto punto, todo esto sólo me hace sentir mal, al tener un estadio tan cerca me arrepiento de todos los años en los que no pude ir y apoyar a un equipo con tanta tradición y tan querido por su afición como los Leones de Yucatán.

Todo esto sin contar la enorme variedad de comida que hay, las porras incesantes de los aficionados, y la reproducción del famoso "No no no, díganle que No a esa pelota" en el altavoz, al ver cómo el cuadrangular llena de éxtasis y delirio a todo el estadio. Todo gracias a una pelota que cruzó el parque dándole el triunfo por una carrera a los felinos.

Sin duda alguna trataré de no perder la oportunidad de ir y disfrutar de este deporte. El fútbol será dueño de mi corazón, pero el béisbol ah llegado a mi vida y con toda la fuerza que lo caracteriza.